Una vez que a un paciente se le diagnostica hipertensión, el proveedor de atención médica trabajará con él para desarrollar un plan de tratamiento que puede incluir modificaciones en el estilo de vida, como pérdida de peso, ejercicio y cambios en la dieta, así como medicamentos como diuréticos, bloqueadores beta y Inhibidores de la ECA. Las visitas periódicas de control y seguimiento también son importantes para garantizar que el plan de tratamiento sea eficaz y para realizar los ajustes necesarios.
Además de controlar la hipertensión, las clínicas también pueden brindar educación y recursos para ayudar a los pacientes a comprender la afección y cómo controlarla. Esto puede incluir información sobre la importancia del control de la presión arterial, cómo tomar los medicamentos correctamente y estrategias para reducir el estrés y mantener un estilo de vida saludable.
La hipertensión, también conocida como presión arterial alta, es una condición médica común que afecta a muchos pacientes que visitan las clínicas. Ocurre cuando la fuerza de la sangre contra las paredes de las arterias es demasiado alta, lo que puede provocar complicaciones de salud graves, como enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y daño renal.
En un entorno clínico, la hipertensión generalmente se diagnostica mediante la medición de la presión arterial con un esfigmomanómetro, que consta de un manguito inflable que envuelve la parte superior del brazo del paciente y un manómetro. La medida se expresa con dos números: presión sistólica (el número más alto) y presión diastólica (el número más bajo). Una lectura de presión arterial de 140/90 mm Hg o superior se considera alta y puede requerir una evaluación y tratamiento adicionales.